Cuando tenía 10 u 11 años nos llevaron de visita a la fábrica de aguas de la Ribagorza. Yo entonces vivía en Graus, y recuerdo que fuimos hasta la fábrica andando todos por el arcén, tres o cuatro kilómetros, cantando y haciendo bromas. La visita resultó un poco aburrida, pero cuando nos marchábamos, el que nos enseñaba la fábrica había señalado un montón de garrafas de 5 Litros: "Si queréis, podeis llevaros una"
Tendríais que habernos visto: todos los niños cargados con bidones de 5 litros por la carretera, bajo un sol de justicia. Recuerdo que casi no lo podíamos arrastrar, y que el camino de vuelta se hizo eterno, teniéndonos que parar a cada paso para dejar el peso en el suelo, para volver a cogerlo unos segundos después. Pero no nos importaba: estábamos contentísimos de la alegría que les íbamos a dar en casa.
Por supuesto, nunca olvidaré cuando mi madre abrió la puerta y vio a su pequeña hija cargada con la garrafa de 5L de agua de la Ribagorza: "¡¿Pero cómo se te ocurre traer eso?!" "Me lo han dado. ¿Cuánto vale, 500, 600 pesetas?" "Hija, como mucho 30 pts"
Por supuesto, por la tarde en el patio del colegio todos juramos venganza al capataz de la fábrica, que nos había hecho cargar con tal peso sin decirnos lo poco que costaba.
Ayer, por el final de las clases, nos dieron a cada uno un Vademecum (el librote rojo que parece un ladrillo con todos los fármacos) Todo el mundo se iba más hueco que para qué cargando el peso del libro bajo el brazo, y yo en lo único que podía pensar era en aquel día en el que había cargado los 5L hasta mi casa en Graus.
Qué ilusos...