30.4.06

VEINTE TE MIRAN MAL

Cuando el partido no acompaña, lo cual suele pasar a menudo, me entretengo mirando a mis compañeros de grada.
La gente de mi grada es curiosa: a la izquierda tenemos a La Gorda, que es de la familia de Los Guarros. Son unos nombres totalmente descriptivos: la señora en cuestión ocupa casi dos asientos (se rumorea que Solans quiere hacerle pagar doble) y además debe padecer daltonismo, por su maravillosa capacidad de combinar colores. En cuanto a su familia, no debe de haberse enterado de que el suelo existe para pisar sobre él, no para lanzar basura.
Delante tenemos al Abuelo Melón: setenta años, rubio, y un grito insistente en sus labios: "¡Melónnnn! ¡Que eres un Melónnnnn!" Acompañado del padre de Juanito Calvicie, rebautizado como Disco Rallado (el hombre todavía no ha descubierto que con una vez que insulte es suficiente: no hace falta repetirlo veinte veces seguidas)
Sentado a nuestro lado está El Hombre del Puro o Amor de Madre. Se le pueden atribuir dos méritos: conseguir que un puro dure exactamente 90 minutos y lucir el tatuaje más cutre que he visto nunca.
Completan el conjunto Las Divinas de la fila de atrás, La Abuela (mundialmente famosa desde que Robinson la sacara gritando en El Día Después) y Barragán.
Pero hoy no quería hablar de ellos. Hoy quería hablar de Pozo sin Fondo.
Pozo sin Fondo se sienta justo en la primera fila, delante de nosotras. Viene al fútbol con sus tíos y su primo, con el que no congenia demasiado (todo esto son suposiciones nuestras, la verdad, pero no por eso dejan de ser creíbles) Pozo sin Fondo es un niño regordete, de unos 13 años, un poco cortico y, todo sea dicho, bastante asqueroso: se pasa los 90 minutos del partido comiendo (de ahí su nombre) Sus favoritos son los panchitos naranja fosforito, los que te dejan perdido, los cuales se zampa metiéndose los dedos hasta los nudillos, mientras te mira fijamente con la cabeza vuelta hacia atrás y los restos de la comida cayéndole por el chándal. MUY asqueroso.
Ante este espectáculo, lo único que podíamos hacer mi hermana y yo era mirarnos disimuladamente, entre la risa y las náuseas. La verdad es que Pozo sin Fondo nos resultaba bastante odioso, y entendíamos al primo de su misma edad, obligado a cargar con aquel niño gordo panchitos en mano.
Todo eso cambió hace unas jornadas.
Aquel día, no fueron los tíos de Pozo sin Fondo, en cuyo lugar vinieron dos amigos del primo, tan maquis como él. Durante 90 minutos, tuvimos que ver cómo los tres hacían de menos, ignoraban, insultaban y humillaban a Pozo sin Fondo, el cual sólo acertaba a balbucear quejas, que sólo hacían aumentar las risas. Fue vergonzoso. Justo unos días antes había estado leyendo en el blog de Inmita un reportaje sobre los nuevos Jokin, y no podía quitármelo de la cabeza.
Desde ese día, hemos tachado al primo de nuestras cabezas. Ahora miramos a Pozo sin Fondo de otra manera, casi amigable. Aunque, realmente, lo que sentimos es lástima.

22.4.06

UNA SONRISA: DEPORTIVIDAD

Hace pocos días leía en un libro de Bioética que al ser humano lo define la dignidad.
Está claro que el filósofo que escribía esas líneas no había estado nunca en una peluquería.
Viernes, 16 horas, cinco horas para mi fin de carrera. Negros nubarrones amenazaban tormenta, y el viento, para no variar, seguía soplando. Las tres peluqueras, ocupadas en respectivas señoras, me piden que espere y, en repetidas ocasiones me animan a que lea algo. Yo ya he echado un vistazo por encima al revistero (Hola, Semana, Pronto...) y niego con mi mejor sonrisa, aunque ellas no parecen comprender. Me dan ganas de sacar mi libro de Bioética del bolso, a ver qué más cuenta el hombrecillo sobre la dignidad humana, pero me contengo. A fin de cuentas, necesitaba ese peinado.
No es hasta que me han lavado la cabeza y me siento en el sillón, viendo la peluquería reflejada en el espejo, cuando me doy cuenta de dónde me he metido.
Y entonces siento miedo. Mucho miedo.
A mi lado, una señora enrulada y con los dedos llenos de anillos pasaba frenéticamente las hojas de una revista, mientras que su lengua ponía verde a todo lo que se le ponía por delante. Cada comentario iba acompañado de una mirada, ante la cual yo sólo sonreía. Como una idiota, pero prefería no cruzarme en su camino.
Desde el lavacabezas, la Bruja Avería me miraba. Había entrado con la apariencia de una anciana normal, pero, una vez soltado el moño, la realidad era muy distinta. Cuatro pelos salían de su cabeza, por lo demás calva como una bola de billar, pelos que le llegaban hasta la cintura. Tenía un aspecto tétrico, ahí sentada, quieta, mirándome. Un escalofrío me había recorrido la columna.
Marujita Díaz o Baby Jane, para el que le guste el cine clásico, esperaba su turno sentada en una de las butacas de la entrada. Parecía un muñeco de José Luis Moreno: pómulos y barbilla marcados, ojos saltones y un pintado propio de un expresionista. El muñeco diabólico había cobrado vida...
Pero el mayor susto estaba por llegar. Detrás mío, en uno de los secadores de pie, había una señora. O, mejor dicho, lo que debía quedar de ella después de que Tutankamon decidiera irse a ver qué había Nilo abajo. Aquel esqueleto entre la vida y la muerte estaba con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Recé con todas mis fuerzas para no tener que hacer un masaje cardiaco de urgencia.
Visto lo visto, comprendo por qué a partir de cierta edad las señoras van una vez por semana a la peluquería. Todo un universo paralelo se desarrolla detrás de esos cristales de aspecto inofensivo... Quién lo diría.
(Y para la próxima semana, contestaremos a la pregunta: ¿Por qué a partir de los 65 hay que cortarse el pelo, hacerse la permanente, y teñirse de naranja?)

19.4.06

CIUDADES NO DESCANSAN, SIEMPRE VIGILAN

La ciudad es un lugar peligroso.

Yo no era consciente de ello y era feliz. Ahora se que tendré que andar con pies de plomo.

Esta mañana he salido confiada de casa: hacía menos frío y el sol brillaba (y por supuesto, el cierzo soplaba) Era un día de esos de anuncio de compresas, todo bonito, alegre. La vida sonreía.
Pronto me he dado cuenta de que la realidad era mucho, mucho más oscura.
Mis pasos me han llevado a la policía, a renovarme el DNI y el pasaporte. Ahí me he llevado el primer chasco del día: ¿¿24 euros?? Que yo sepa ambos documentos son obligatorios. Y para colmo no he podido repetir foto en uno porque tenía más de seis meses. Como he cambiado tanto...
Dispuesta a seguir siendo atracada, he decidido ir a la tienda Amena, que ya me estaba haciendo amiga de la mujer que me indica que no tengo saldo (la echaré de menos unos días pero se que volverá) Así que he abierto la puerta verde y me he acercado al mostrador. Con gesto cansado la dependienta ha cerrado las ventanas del messenger, ha plegado el periódico (un trabajo estresante por lo que veo) y por fin me ha prestado atención. Por poco tiempo: pronto a empezado a contarme que no había dormido en toda la noche, que su marido estaba en el hospital, que había estado toda la noche vomitando... Con lo que he acabado hablando sobre las operaciones de prótesis y casi salgo con el mismo saldo que he entrado. Es curioso lo a menudo que me cuenta la gente historietas.
En fin, ya era la hora de alemán, así que me he dirigido al Campus, mirando a la gente de otro modo. El peligro puede acecharnos en cada esquina, en cada inofensivo anciano... Estaba esperando a que el semáforo se pusiera verde pensando en todo esto cuando, de repente, un balón de fútbol ha caído sobre la calzada: ¡Bum! Aparecido de la nada, el balón se ha ido botando tranquilamente a lo largo de la calle haciendo parar a los coches.
Qué surrealista, pensaba sonriendo cuando, por fin, el semáforo se ha puesto en verde y me he dispuesto a cruzar. En ese momento, he sido atropellada: nunca veré su cara, pero sí su bolsa de lona gigante y sus bailarinas rojas.
Y creerme, después de todo esto, no hay nada peor que el que te atropelle una chica con bailarinas rojas. Nada peor...

7.4.06

LA PREGUNTA ES...


El otro día pude ver la última película de Kim Ki-Duk, El Arco. Para quien no lo conozca, que creo que serán muchos, este director surcoreano ha conseguido mantenerme pegada a la pantalla, emocionada, totalmente superada, desde que lo descubrí en la película de interminable título: Primavera, verano, otoño, invierno... Y primavera, hace ya cosa de un par de años.
Poco después de salir del cine, de nuevo chocando contra la realidad y su ruido, después del silencio de sus películas, pude leer una entrevista suya. Debo decir que muchas cosas me sorprendieron: esta foto sobre todo. ¿Por qué? Un hombre joven con gorra visera no es lo que esperaba encontrar, la verdad. Y sin embargo, sus palabras sí que se correspondían con sus películas. Con el director tranquilo, intimista, que esperaba encontrar. Con un pensamiento claro, superando las barreras occidentales de la mente.
Y bueno, como parece ser que estoy en pleno momento filosófico, de alguna forma me encuentro parecido con Kim Ki-Duk (parecido "interno" jaja, no os confundais) De alguna forma, últimamente no puedo quitarme de la cabeza la sensación de que no soy la misma, de que he cambiado... Aunque el espejo no lo refleje. Será porque estoy acabando un ciclo y a una le da por mirar atrás, comparar, ese tipo de cosas que uno hace cuando no puede mantener la mente quieta. No lo se. El caso es que algo ha sucedido. Aunque no sepa muy bien el qué...
Afortunadamente acabo ya exámenes (creí que nunca lo diría :) Y podré lanzarme a la calle en busca de nuevas aventuras que relatar. Hasta entonces, os dejo con Kim Ki-Duk, con su cine... Y a solas con la maldición del espejo, esperando que podais afrontarla: ¿Sois lo que veis, o no veis lo que sois?