Esta semana tuve el "privilegio" de adentrarme en los bajos fondos de la Sanidad Pública. Y lo hice hasta dos veces. Fue un viaje largo, de hecho siete u ocho paradas del autobús número 22 y después un breve paseo hasta llegar al Centro de Especialidades Inocencio Giménez, o "Indecencio" como decía mi médico, lo único con sentido que ha salido de sus labios en esta semana. Esperaba encontrar cientos de personas, colas en todas las ventanillas, paredes desconchadas y puertas que cierran mal. Todo era tal y como me lo imaginaba.
Lo que nunca hubiera podido imaginar, es que iba a descubrir un nuevo tipo de fauna urbana.
La especie en cuestión, lejos de extinguirse, va en aumento. La bautizaré como las "No-en-mi-turno" Dícese en la RAE que las "No-en-mi-turno" suelen ser señoras de edades comprendidas entre los 60 y xxx años, preferiblemente bajitas y "fuertes" que esperan a su próxima presa acechando en la sala de espera de las consultas médicas. Son sujetos que, pese a su aparente bondad e indefensión, harían cualquier cosa por evitar que alguien entre en la consulta por delante de ellos. Cualquier cosa.
Para que os quede claro, os explicaré mis encuentros, en dos ocasiones (uno cada día) con la siguiente especie:
DÍA 1: Busco a un traumatólogo llamado Palanca (y no es broma) Finalmente mi compañera de prácticas y yo misma localizamos su consulta, y como está la puerta cerrada decidimos esperar a que salga el paciente en cuestión para entrar. La puerta se abre, y nosotras nos dirigimos con paso firme y seguro entre los asientos de la sala de espera. Cientos de ojos se clavan en nosotras. Y de repente, escucho un sonido cada vez más cercano, insistente y repetido: "Chssss, Chssss"
¿Un camarero? ¿Un gato? El sonido se acerca y cuando mi compañera ya ha entrado en la consulta, y yo estoy a punto de hacerlo, alguien me agarra del brazo a la vez que escucho el "Chsss" en mi oreja: me vuelvo y encuentro ante mí a un auténtico ejemplar de "No-en-mi-turno" que me dice: "¡¡Que me toca a mí!!"
"Señora,- le respondo yo poniendo cara de Dr.House- soy de prácticas." A la vez que me zafo de su brazo y entro.
Por supuesto, no fue tan sencillo: la mujer estuvo en la consulta todo el rato que estuvimos hablando con el médico para corroborar la historia de las prácticas.
DÍA 2: Busco a un traumatólogo llamado Albareda (aquí no se puede hacer ninguna coña) Me he entrenado toda la noche para defenderme de los "No-en-mi-turno". El médico pasa consulta en la misma sala que el doctor Palanca, así que decidimos tomar posiciones: nos situamos al lado de la puerta y miramos a nuestro alrededor, de forma acechante. Justo a mi lado hay sentada una señora de aspecto beatífico, a la que sonrío y pregunto más por educación que por otra cosa, si el médico está dentro: "Sí, sí,- contesta la señora, devolviéndome la sonrisa,- pero..........." Sus palabras se pierden, no las entiendo, habla bajo y raro, así que desconecto y miro a la puerta, que en ese momento se abre.
Hago amago de entrar, pero de repente la señora de mi lado se transforma: es una metamorfosis peor que la de Kafka. Salta de su asiento y, a codazos y en una salida digna de Fernando Alonso, intenta adelantarme, mientras me golpea repetidamente las costillas. Yo lo único que quiero es librarme de ella, así que intento empujar a mi compañera para que entre de una vez, pero ella también está luchando: otra "No-en-mi-turno", la que salía, se encuentra bloqueándole la puerta, mientras le grita: "¡¡No os toca a vosotras!!"
En fin, todo muy patético. Cuando dos segundos después, ya con la bata y mirando las radiografías, entró en la consulta la "No-en-mi-turno" disfrazada de agradable abuelilla, y quejándose de que no podía andar, no pudo evitar mirarme y, compungida, decir: "Casi no te dejo entrar"
"No señora, y para lo que le duele la rodilla, lo de sprintar se le da muy bien"
Qué le voy a hacer. Otro día tendré que llevarme puesta la bata desde casa...