22.4.06

UNA SONRISA: DEPORTIVIDAD

Hace pocos días leía en un libro de Bioética que al ser humano lo define la dignidad.
Está claro que el filósofo que escribía esas líneas no había estado nunca en una peluquería.
Viernes, 16 horas, cinco horas para mi fin de carrera. Negros nubarrones amenazaban tormenta, y el viento, para no variar, seguía soplando. Las tres peluqueras, ocupadas en respectivas señoras, me piden que espere y, en repetidas ocasiones me animan a que lea algo. Yo ya he echado un vistazo por encima al revistero (Hola, Semana, Pronto...) y niego con mi mejor sonrisa, aunque ellas no parecen comprender. Me dan ganas de sacar mi libro de Bioética del bolso, a ver qué más cuenta el hombrecillo sobre la dignidad humana, pero me contengo. A fin de cuentas, necesitaba ese peinado.
No es hasta que me han lavado la cabeza y me siento en el sillón, viendo la peluquería reflejada en el espejo, cuando me doy cuenta de dónde me he metido.
Y entonces siento miedo. Mucho miedo.
A mi lado, una señora enrulada y con los dedos llenos de anillos pasaba frenéticamente las hojas de una revista, mientras que su lengua ponía verde a todo lo que se le ponía por delante. Cada comentario iba acompañado de una mirada, ante la cual yo sólo sonreía. Como una idiota, pero prefería no cruzarme en su camino.
Desde el lavacabezas, la Bruja Avería me miraba. Había entrado con la apariencia de una anciana normal, pero, una vez soltado el moño, la realidad era muy distinta. Cuatro pelos salían de su cabeza, por lo demás calva como una bola de billar, pelos que le llegaban hasta la cintura. Tenía un aspecto tétrico, ahí sentada, quieta, mirándome. Un escalofrío me había recorrido la columna.
Marujita Díaz o Baby Jane, para el que le guste el cine clásico, esperaba su turno sentada en una de las butacas de la entrada. Parecía un muñeco de José Luis Moreno: pómulos y barbilla marcados, ojos saltones y un pintado propio de un expresionista. El muñeco diabólico había cobrado vida...
Pero el mayor susto estaba por llegar. Detrás mío, en uno de los secadores de pie, había una señora. O, mejor dicho, lo que debía quedar de ella después de que Tutankamon decidiera irse a ver qué había Nilo abajo. Aquel esqueleto entre la vida y la muerte estaba con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Recé con todas mis fuerzas para no tener que hacer un masaje cardiaco de urgencia.
Visto lo visto, comprendo por qué a partir de cierta edad las señoras van una vez por semana a la peluquería. Todo un universo paralelo se desarrolla detrás de esos cristales de aspecto inofensivo... Quién lo diría.
(Y para la próxima semana, contestaremos a la pregunta: ¿Por qué a partir de los 65 hay que cortarse el pelo, hacerse la permanente, y teñirse de naranja?)

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Las peluquerías dan miedo... SIEMPRE.

Toxcatl dijo...

Y aquí está la razón de por que cambio de peluquería casi cada vez que me tengo que cortar el pelo... me dan pánico las señoras de los anillos, tengo pesadillas con las que se duermen en los secadores (aparatos a lso que tengo especial manía) y siento escalofríos solo con la idea de que se me acerque una señora de estas que se quitan el moño y resulta que no tienen pelo.
Aunqeu me hacen gracia las señoras que es que no se maquillan: se dibujan la cara (pero es mejor no tenerlas cerca)

KAMELAS dijo...

Jode como te pasas con las abuelitas !!

Yo a su edad firmo con que me queden un par de pelos en la cabeza para poder cortarmelo a lo mohicano !!

Anónimo dijo...

Ahí tienes la razón por la que proliferan las peluquerías como las setas en Octubre. Aquí empieza a haber casi tantas como bares (y el que conozca León entenderá la magnitud de lo que digo). Pero claro, a 50€ el destrozo... con tres clientas al día que tengas haces ya negocio de cojones.

Por otra parte, la catadura de la fauna que anida en ellas es legendaria e inextinguible, a mí las que me dan miedo son las que son así, pero han nacido en los últimos 70... y, por desgracia, conozco unas cuantas. Luego me dice mi madre que por qué no tengo novia... parte de la culpa la tengo yo -y mi sociabilidad extrema- pero es que el tema está "mu malito".

Isabel dijo...

Fran, no puedo más que darte la razón :)

Toxcatl, en mi caso ahí está la razón de que no vaya NUNCA a la peluquería, hasta que las puntas se me abren por cinco sitios distintos.

Kamelas,no es que me pase con las abuelas pero es que... Uf, algunas se las traen. Y me parece genial que te queden cuatro pelos para el corte a lo mohicano, seguro que triunfas, pero no para dejártelo en plan Rapuncel.

Y Chamaruco... Es lo mismo que pienso yo en mis escasas visitas a la hora de pagar: "¿¡Qué clase de robo es este!?" En mi pueblo había peluquerías hasta debajo de las piedras. Y en cuanto a lo de la novia, sólo puedo desearte suerte ;)

Un besote

Anónimo dijo...

A mi lo que mas miedo me da de las peluquerias es que me hagan una escabechina. lo demas es soportable...incluso la literatura disponible. En la peluqueria de mi tata hay prensa rosa pero tambien esta el quo, la fotogramas, alguna de motor... maquina de agua, de cafe, tratato agradable, buena relacion calidad precio... si quereis os doy la direccion.

He de reconocer que yo, en la peluqueria, el Quo lo miro y la Hola la devoro, especialmente la seccion de las casas de los ricachones porque me hace sentir bien. Si, si. Probad. Que bien se siente uno al comprobar que el dinero no lo es todo y que el buen gusto no se puede comprar.

Un saludete

Isabel dijo...

A mí al revés: las casas de los ricachones me ponen de mala leche. Nunca envidiaré una joya, ni un coche, ni la ropa... Pero lo de las casas me puede. Aunque la verdad, creo que se pasan. Deben tener miedo por las noches cuando se queden solos.

Qué forma de consolarme para cuando pueda permitirme mi piso de 30 metros cuadrados...

Un besote

pez dijo...

De eso si que se tendria que hacer un libro de bioetica, vamos fijo el nobel.

Anónimo dijo...

jajaja, se el miedo al que te refieres, lo he sentido. Y lo peor es que luego se por qué tenía miedo: voy dos veces al año, pero suelo salir "llorando", aunque luego se me pase.

Entre unas cosas y otras...miedo, mucho miedo.

¡Y felicidades por tu fin de carrera!

Ardaleth dijo...

Uf,uf, esa España profunda surgiedo de nuevo...

No veas cómo me alegro de frecuentar una peluquería de gente más bien joven, al menos me libro de espantos como los que nos muestras.

Aunque sí, siempre está la típica yaya de pelo permanentado y teñido de naranja, y ese enigma también me lo he planteado más de una vez. ¿Será un imperativo biológico?

Besos

Isabel dijo...

Jaja, cuánta España profunda revivo, no me lo había planteado...

El caso es que tengo miedo de que sea un "imperativo biológico" Igual sucede solo, un día te levantas y... ¡Zas! Permanente y teñido. Qué horror. ¡No quiero envejecer!

Un besote

Roger dijo...

por eso y muchas cosas más hace más de 12 años que no me paro en una peluquería. Igual que las uñas, el pelo me lo corto yo mismo.

Ángel dijo...

Personalmente, mi problema con las peluquerías no es tanto el corte, que no sé para qué cojones te preguntan como lo quieres si nunca aciertan del todo con el resultado, como el empeño por meterme mano a las patillas cada vez que asomo la cabeza por allí. Ahora es lo primero que digo cuando me siento en la silla: “las patillas me las deja como están por favor, ni las rebaje ni las corte, que ya me las he arreglado en casa antes de venir”

Tampoco soporto el peinado con espuma al estilo del modelo del cartel de la entrada. Al principio me resistía, pero ahora me resigno y espero a llegar a casa para deshacer la raya del pelo que con tanto mimo me han esculpido. Me produce rechazo, además, que el peluquero me acaricie el cuero cabelludo con las uñas, el olor a laca, las cosquillas en la nariz…

Lo más curioso es que cuando decides que mañana vas a cortarte el pelo por la razón que sea, al día siguiente, el día D, te encuentras de puta madre así, un poco greñudo. Mi último corte de pelo me lo he hecho en la bañera, con la máquina de arreglarme las patillas. Ya estoy arrepentido.

Antes de colgar, no me resisto a comentar el corte de pelo de José María Íñigo para su nuevo programa en Telecinco. Sencillamente espectacular. Lo que le habrá costado despegarse el peluquín de gato que tantos años ha llevado pegado a la cabeza. Tantas décadas presumiendo de melena sin canas y, de la noche a la mañana, calvo como una bola de billar. Una vez más, mi apoyo incondicional a los calvos con dignidad.

Isabel dijo...

Bueno, las peluqueras SIEMPRE tienen la razón. O eso es lo que ellas creen. A mí tampoco me escuchan: entré queriendo un recogido y acabé con algo que no tenía absolutamente nada que ver con un recogido. Un nuevo Expediente X.