Barcelona me recibe siempre con los brazos abiertos, me espera, aguarda a que llegue rendida y consigue recuperarme. En sus calles me he encontrado mil veces, intercambiando conversaciones con amigos casi olvidados en paseos eternos y descubriendo nuevos rincones que añadir a la lista de los lugares a los que tendré que volver en la próxima visita.
Me gustaría volver a esa habitación de hotel, donde las mañanas me arrancaban una sonrisa y los besos las ganas de no levantarme nunca. Salía al balcón y la plaza me daba los buenos días, mientras podía sentir el viento que venía del puerto y que se había llevado la niebla que, durante la noche, había cubierto los edificios casi por completo.
Me encantaría regresar a aquella taberna, a escuchar a Jorge y al Señor Auster hablar de antiguas anécdotas de tiempos que les parecen remotos, riéndose y contagiándome su alegría.
Regresar delante de la Bailarina de Gargallo, dar vueltas alrededor del cristal que me separa de ella, observando sus recovecos y vacíos, reconociendo al autor en cada linea, en cada espacio, para encontrar los ojos de Maite al otro lado del expositor, buscando lo mismo que yo, con la misma sonrisa que debía existir en mis labios.
Sería fantástico poder volver al piso de Alba y Puskar, escucharles hablar durante horas de sitios y lugares cotidianos para ellos, viendo fotos tomadas en el otro extremo del planeta, fotos de rostros que se hacen familiares con cada una de sus palabras.
Querría estar allí... Pero éste es mi sitio. A fin de cuentas, siempre es algo pasajero.
Me gustaría volver a esa habitación de hotel, donde las mañanas me arrancaban una sonrisa y los besos las ganas de no levantarme nunca. Salía al balcón y la plaza me daba los buenos días, mientras podía sentir el viento que venía del puerto y que se había llevado la niebla que, durante la noche, había cubierto los edificios casi por completo.
Me encantaría regresar a aquella taberna, a escuchar a Jorge y al Señor Auster hablar de antiguas anécdotas de tiempos que les parecen remotos, riéndose y contagiándome su alegría.
Regresar delante de la Bailarina de Gargallo, dar vueltas alrededor del cristal que me separa de ella, observando sus recovecos y vacíos, reconociendo al autor en cada linea, en cada espacio, para encontrar los ojos de Maite al otro lado del expositor, buscando lo mismo que yo, con la misma sonrisa que debía existir en mis labios.
Sería fantástico poder volver al piso de Alba y Puskar, escucharles hablar durante horas de sitios y lugares cotidianos para ellos, viendo fotos tomadas en el otro extremo del planeta, fotos de rostros que se hacen familiares con cada una de sus palabras.
Querría estar allí... Pero éste es mi sitio. A fin de cuentas, siempre es algo pasajero.
4 comentarios:
Y además, siempre están los sueños y los recuerdos, ¿no?
Lo mejor de que no te sorprenda una ciudad es que puedes volver a redescubrirla cada vez que la visites. Una ciudad de ensueño como es Granada dejo de serlo para mi hace un par de años
Qué sentido, dama Mae. Cómo se quieren las ciudades, me gustaría llegara quererlas como tú.
P.D: Que sepas que no se me olvida tu encargo de las canciones. ¡Ciao!
Me da miedo volver a BCN, y me muero de ganas por volver... alguien me dejó tocado, pero no sé que tiene esa ciudad que te llama una y otra vez
Me gusta tu mundo, tb volveré por aquí
b!
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