El otro día fue la graduación de mi hermana. La verdad es que es curioso: cuando yo acabé el instituto, nos regalaron un boli en el patio, durante el recreo. Y ya nos pareció mucho...
Pero claro, yo por aquel entonces vivía en uno de esos pueblos de la provincia de Huesca olvidados del mundo y de sí mismos. Mi hermana está en un lugar distinto, un mundo diferente, incluso. Ella tiene más clase, más "glamour" como decimos para cachondearnos de ella, aunque yo realmente lo pienso. Así que su colegio nos obsequió con una ceremonia de tres horas de duración enfundados en nuestras mejores galas (mi madre se empeñó en que nos vistiésemos como si fuésemos de boda... Sin comentarios)
Debo reconocer que no me aburrí tanto como pensaba en un principio. Cierto es que todo el mundo dio su discurso, poco más y sale hasta el conserje, que subieron uno por uno a ponerse su banda y a recoger el diploma (una pijada más de la tarde, mientras mi madre me decía la ilusión que le hubiese hecho que yo hubiese tenido un acto parecido) Pero también hubo momentos simpáticos, fotos de cuando eran pequeños... Lo cierto es que llegué a envidiar a todos esos profesores que los conocían desde hacía años, agradables, cariñosos, que sentían que acabasen el colegio. De mis profesores... Mejor otro post, porque lo requieren.
Sólo una cosa a añadir, una pequeña objeción: entre todos esos discursos tremendistas sobre lo dura que era la vida, las decisiones a tomar, la gente que dejaría de estar a tu lado... No es justo. Si yo hubiese estado allí arriba, me hubiese gustado decirles, a mi hermana y a sus amigos:
La vida es todo lo que teneis. Habrá momentos buenos y malos, pero siempre podreis seguir hacia delante. Vivirla cada segundo, no malgasteis ni uno solo, porque no vuelven. La gente irá cambiando, pero los realmente importantes, permanecerán a vuestro lado. A la vida no hay que tenerle miedo: hay que tenerle ganas. Sólo amando a la vida, seremos capaces de entenderla. Entender que el trabajo es fundamental, pero que, muchas veces, la casualidad puede cambiarlo todo. ¿Inestable? No, al contrario. Apasionante.
Como cuenta un Koan:
"Durante uno de sus sermones, el maestro Chan Yun Men dijo a la asamblea:
- No os pregunto cómo sois justo antes de la noche de la luna llena. Quiero saber cómo sois tras el decimoquinto mes.
La asamblea no tuvo nada que responder al maestro. Momentos después, Yun Men se respondió a sí mismo:
- Cada día es un buen día"
