29.10.05

AHORA DÉJENME, SERÉ SOLEMNE


Odio la melancolía.

Podrá ser encantadora para muchos, fuente de inspiración para artistas (para mí nunca lo ha sido... Lo que surge de la melancolía es tan... Gris) o podrá enseñarte "partes de nuestro interior que no existen hasta que entra en ellos el dolor"como decía no recuerdo qué autor. En fin, podrá ser lo que quiera, pero no me gusta. Me recuerda días pasados en los que la mayor parte de mis días eran tristes, mustios, hasta que llegué a pensar que tenía un carácter endiabladamente triste. Afortunadamente no era así. Ahora me limito a brotes esporádicos de melancolía, como el esquizofrénico que tiene de vez en cuando un brote psicótico, cuando se descompensa o se olvida de tomar la medicación. Así soy yo. Con mi locura a cuestas.

Lo peor de todo, es que no se muy bien por qué tengo estos accesos melancólicos. Busco la causa, y a veces es tan ridícula que me niego a aceptar que algo así me pueda desestabilizar de tal modo. Soy una caprichosa, he llegado a esa conclusión. En cuanto algo no es como me gustaría, me desestabilizo totalmente. Esto no es cierto al 100% Realmente, ante los hechos verdaderamente importantes reacciono sin problema, muy bien, muy fuerte. Son las pequeñas cosas, casi imperceptibles, las que pueden hacerme pasar un día sumida en la tristeza más absoluta.

Hoy ha sido un día de esos. Desde que me he levantado por la mañana y he notado el terrible dolor de cabeza, que aún no se ha ido del todo. No, no fue un viernes noche loco, al contrario. Cena en el chino y a mimir. Es consecuencia de dormir 8 horas en alguien que está acostumbrada a dormir 6 (sí, es así, no es broma. En cuanto duermo un poco más me encuentro fatal) Y bueno, después ir a estudiar... Para quedarme delante de los apuntes sin mirarlos siquiera, concentrándome en la música de los Cranberries de mi discman.

Ahora ya estoy (casi) bien. Pero siempre intento pensar después qué es lo que me ha llevado a estar así, a ponerme tan triste, para intentar que no me suceda lo mismo la siguiente vez. No quiero volver a esa época de grises. Y el caso es que estoy casi segura de que es cuestión de elección. Es como si mi subconsciente optara un día determinado por estar triste, como si me gustara esa situación. Entonces, pase lo que pase, voy a estar triste: aunque me animen, aunque no suceda nada en particular, yo voy a estar triste.

Curioso y desesperante también, ¿verdad?

Por lo tanto, lo que tengo que conseguir es la suficiente fuerza de voluntad para, en ese momento, tomar la decisión de estar bien. Parece fácil. A veces lo consigo, sacudo la cabeza y vuelvo a sentirme contenta. Realmente es algo simple. El problema es esperar, porque poco a poco ese estado de humor me cubre por completo, me atenaza y me convierte en esclava de la melancolía, sin fuerzas ni siquiera para intentar ser feliz.

Un poco complicada... Pero nadie dijo que no lo fuera.

Bueno, y puestos a ponerlo todo cabeza abajo hoy (jeje, siempre nos quedará el MOMA para aportar imágenes a nuestros sentimientos) me quedo con Rueda de Bicicleta de Marcel Duchamp:

Duchamp quiso elevar a la dignidad de arte a objetos simples y cotidianos, los famosos ready-made (objetos manufacturados), como prueba de que el arte era, sobre todo, una actitud mental que residía en el espectador y que, mediante la representación de estos objetos en una sala de exposiciones, se apreciaban las calidades estéticas y no las utilitarias que normalmente sugerían.
Con los ready-made de Duchamp (un objeto cualquiera presentado como si fuera una obra de arte) se da valor a algo que habitualmente no tiene. Al sacar un objeto del contexto que le es habitual y en el que realiza una función práctica, lo sitúa en una dimensión en la que al no existir nada utilitario todo puede ser estético. Lo que determina el valor estético ya no es un procedimiento técnico, sino un acto mental, una actitud distinta ante la realidad. Si cada individuo puede comportarse de manera artística siempre y cuando rompa el círculo vicioso de las reglas sociales, ser artista ya no significa ejercer una determinada profesión que requiere una cierta experiencia, sino ser o llegar a ser libre.
"Ya en 1913 tuve la feliz idea de montar la rueda de una bicicleta sobre un taburete de cocina y observar cómo giraba"


Fascinante, ¿verdad? No se por qué se me ocurren ciertas conexiones con el Zen... ¿Será por el libro de Budismo Zen y Psicoanálisis que estoy leyendo ahora? Bueno, otro día, más.

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